Cómo mantener viva la esperanza

Cuando todo son malas noticias a nuestro alrededor o cuando perdemos algo que es significativo (un ser querido, el trabajo, la salud, etc.) pueden surgir la tristeza, la rabia, la frustración y con ellas irse la energía para seguir luchando por nuestras metas.
Los seres humanos tenemos una necesidad de seguridad y control que se desvanece cuando la incertidumbre aumenta porque el escenario en el estábamos ha cambiado. Es justo en estas circunstancias cuando es más necesario mantener la esperanza e implicarnos en buscar soluciones.

La esperanza es un estado de ánimo que aparece cuando consideramos que algo que deseamos se puede conseguir. Y la buena noticia es que se trata de una habilidad que se puede desarrollar. Si te quedas con la etiqueta de “yo soy pesimista” , “siempre he sido así”, “no puede hacer nada”, «siempre tengo mala suerte», ¿por qué esto me pasa a mí?», te limitas a ti mismo e incluso, eludes la responsabilidad personal sobre tu bienestar presente y futuro.  Es cierto que no todo depende de ti, pero hay muchas cosas que sí y puedes ponerte mano a la obra. Mientras que la queja te hace pasivo, la esperanza te lleva a la acción y te hace “poderoso”. ¿Acaso echarle la culpa a tu jefe de tu despido te va a conseguir un buen trabajo? ¿Quejarte continuamente por un desengaño amoroso va a hacer que estés receptivo a vivir una relación plena? ¿Estar permanentemente abatido por un problema de salud va darte la energía necesaria para aceptar la enfermedad e intentar recuperarte o vivir con mayor bienestar?

Si no sabes bien por dónde empezar, a continuación incluyo unos pasos para mantener viva la esperanza:

1) Date un tiempo para sentir la tristeza, rabia o frustración de las que hablaba antes pero no dejes que te paralicen. Cada emoción te da información valiosa, por eso, escúchalas. Pero no dediques demasiado tiempo a la queja ni a sentirte víctima del cambio de escenario. Eso te restará energía para pensar en soluciones.

2) Analiza la situación y pon foco en lo que depende de ti.

  • ¿Qué puedes hacer con lo que tienes y eres ahora?
  • ¿Con qué recursos (conocimientos, experiencia, contactos, dinero, etc.) cuentas o puedes contar para empezar?
  • ¿Por dónde vas a empezar?

Abre tu mente para explorar alterativas nuevas e intenta pensar diferente. A mí me sirve mucho leer, ver vídeos o asistir a charlas y webinars de mis referentes, aunque traten temas que no tengan que ver directamente con lo que a mí me atañe en ese momento. Lo que busco en ellos son patrones mentales diferentes a los míos, creatividad, experiencias de las que aprender y que poder extrapolar a mi plan de acción. También consulto a amigos que me conocen bien para que puedan recordarme aspectos de mí en los que yo ni había caído.

3) Ponte objetivos y establece un plan de acción. Una vez que has decidido centrarte en lo que sí depende de ti, ponlo en práctica mediante acciones concretas. Por ejemplo, si te han despedido, puedes empezar por hacer tu cv revisando bien tus puntos fuertes, lo que puedes aportar, el tipo de trabajos que te gustan y se te dan bien; y continuar haciendo listado de las mejores empresas donde trabajar para ver en qué medida un perfil como el tuyo encaja.

4) Establece puntos de control. En ocasiones, cuando deseas algo mucho, puedes perder la perspectiva. Por eso, para de vez en cuando para y comprueba tanto los resultados del plan como tu bienestar.

5) Reconoce tus logros a medida que vas cumpliendo tu plan. Mostrar gratitud contigo mismo es el mejor refuerzo positivo.

6) Cuida de ti y de tu entorno. El orden, el descanso, la vida saludable y el mindfulness son aliados para mantener un buen estado anímico y para pensar con claridad. Si estás demasiado estresado o ansioso la carga emocional te impedirá pensar con claridad.

Escoger el camino de la esperanza te permitirá recuperarte de las adversidades, ser más resiliente y crecer. Hacerte cargo de ti mismo sin depender de terceros te empondera y como decía el neurólogo y psiquiatra austriaco Viktor Frank “mientras el hombre respira, mientras sigue estando consciente, es responsable de dar una respuesta a la pregunta de la vida. Esto deja de sorprendernos en el momento en que recordamos cuál es el hecho humano fundamental: ¡ser humano no es otra cosa que ser consciente y responsable!”

¿Cómo quieres ser tú?

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Cómo construir relaciones satisfactorias

Sin duda las relaciones personales pueden ser una fuente de bienestar.  La primavera y el verano parecen ser estaciones más proclives a las nuevas relaciones y es entonces muchas personas están más receptivas al amor, el enamoramiento, la pasión, etc. Otras, sin embargo, se lamentan por no tener una relación o porque ésta sea insatisfactoria. Dicen tener mala suerte…

Hoy te invito a que te cuestiones si realmente es mala suerte o si puedes hacer algo para tener las relaciones que deseas. Y esta reflexión la puedes aplicar a tu relación de pareja, pero también al resto de ámbitos: familia, amigos, trabajo, y ante todo, a tu relación contigo mismo. Para estar bien en compañía conviene revisar primero cómo estás contigo mismo y desde dónde te acercas al otro.

El psicólogo humanista Abraham Maslow afirmaba que: “Nuestro bienestar, nuestra autorrealización, parte de tener relaciones significativas con nosotros mismos y con los demás”. Y por relaciones significativas podríamos entender aquellas que en las que sus miembros aportan, comparten, aprenden y en definitiva, crecen desde la igualdad y la libertad.

Por eso, te animo a una reflexión en 4 pasos:

1) ¡Descúbrete! En las sesiones de coaching así como en las charlas y talleres que imparto, siempre pregunto cuál es el fin último que guía las decisiones y comportamientos de mis clientes. Esto es: qué quieren realmente, qué pretenden conseguir y para qué quieren conseguirlo.

En el ámbito de las relaciones pasa igual, qué tipo de relaciones quieres y para qué orientará tu acción en una dirección u otra. Por ello, si aspiras a tener relaciones significativas empieza primero a conectar contigo mismo contestando estas preguntas:

  • ¿Qué es lo que más valoras de las personas con las que te relacionas (contigo, familia, amigos, pareja, etc.)?
  • ¿Qué aspectos de tus relaciones mejorarías (contigo, familia, amigos, pareja, etc.)?
  • ¿Qué obstáculos te dificultan tener el tipo de relación que deseas (contigo, familia, amigos, pareja, etc.)?
  • ¿Qué has hecho hasta ahora para tener el tipo de relaciones que quieres y con qué resultados?
  • ¿Qué vas a ofrecer tú en tus relaciones (contigo, familia, amigos, pareja, etc.)?
  • ¿Cuál es tu esencia, tu verdadero yo? ¿Estás dispuesto a mostrarte?
  • ¿Cuáles son los estados de plenitud que has vivido? ¿Qué hay de común en ellos?

Dedícate tiempo, las respuestas están en ti.

2) Cuídate primero para cuidar al otro después. No puedes dar aquello de lo que careces. Si pides a otros que te den lo que tú mismo te niegas, ¿desde dónde te relacionas? ¿Desde la libertad interior o desde la dependencia? El tipo de relaciones que vas a construir en ambos casos es muy diferente:

  • Si te relacionas desde la libertad interior, crearás relaciones responsables basadas en:
    • El autoconocimiento.
    • El amor propio (que no es lo mismo que egoísmo).
    • La capacidad para no poner en manos de otros tu bienestar.
  • Si te relacionas desde la dependencia, crearás relaciones desiguales basadas en:
    • La exigencia, pretendiendo que otros hagan por ti lo que tú estas dispuesto a hacer por ti mismo.
    • El victimismo y la manipulación, poniendo el foco siempre en el otro o en las circunstancias como causantes de tu estado emocional.

Para cuidarte a ti mismo:

  • Escucha tu cuerpo y escucha tus emociones porque tienen valiosos mensajes para ti. No evites las sensaciones negativas, no las tapes. Cuando aparezcan investiga qué hay detrás y toma decisiones con perspectiva. ¿Qué estímulo ha causado esa emoción? ¿Sabes identificar de qué emoción se trata?
  • Recurre a tus fuentes de energía y ¡cárgate! Haz más aquello que te hace feliz. Dibujar, comer un pincho de tortilla en tu bar  de siempre, correr por el campo, … lo que sea que te haga experimentar esos estados de plenitud de los que hablaba antes.
  • Simplifica tu vida. Evita compromisos por el qué dirán, deja de hacer lo que no te hace bien y ten siempre presente lo que has descubierto de ti en el punto 1: qué quieres y para qué lo quieres.

3) Descubre al otro. La misma apertura que has tenido para descubrirte a ti, aplícala al descubrimiento del otro. “Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos” decía Antoine de Saint-Exupery en “El Principito”.

  • Elige cómo quieres comunicarte: ¿desde tu esencia o bajo una máscara? Recuerda que desde dónde te relaciones provocará un resultado diferente: relaciones significativas vs relaciones instrumentales.
  • Muestra interés, escuchándole de forma activa y sin juicio. Permite que si quiere, pueda mostrarse a ti también desde su esencia.
  • Crea las condiciones para la comunicación: dedica tiempo y espacio porque la confianza es algo que se construye.

4) Mantén el equilibrio entre el dar y el recibir. En una relación significativa las personas que forman parte de ella están en condiciones de igualdad, dan y reciben. Si una da siempre y la otra recibe siempre, llega un momento en que los límites de una de ellas se sobrepasan, la relación deja de permitir el desarrollo de sus miembros y el equilibrio se rompe.

Cuando esto sucede, uno o todos los miembros se retiran. Pero ¡atención!, puede retirarse emocional y no físicamente. Una relación puede haber dejado de ser significativa, con miembros distanciados o que se relacionan desde la dependencia, pero que aun viven bajo la etiqueta social de relación (noviazgo, matrimonio, etc.). La comunicación desde la esencia surge entonces como una vía para intentar restaurar el equilibrio, buscando objetivos comunes y acuerdos para satisfacer las expectativas de todas las partes.

Como ves, hay mucho que tú puedes hacer para que tu relación de pareja sea significativa.  Y sin duda, lo que siempre está a tu alcance es el poder de decidir cómo quieres que sea tu vida.

“No se puede vivir para todo el mundo, sobre todo para aquellos con los cuales no se querría vivir”

(J.W. Von Goethe).

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¡Silencio, por favor!

Facebook, Twittter, Instagram, Youtube, LinkedIn, Vine, Snapchat.

Email, Whatsapp, Apps, …

Smartphone, tablet, portátil,  PC …

Radio, TV, Spotify…

Llamadas de teléfono, informes, presentaciones, periódicos,…

Un buen listado, ¿no? ¿Te has fijado en la cantidad de información a la que diariamente estamos expuestos? A veces abruma. Recibimos tanta, que resulta difícil analizarla, distinguir la útil de la superflua y tomar decisiones en consecuencia. Esto hasta tiene un nombre: “infoxicación”, información en exceso que lejos de ayudar, intoxica.

Intoxica porque a veces es contradictoria, porque se queda obsoleta rápidamente y porque exige una respuesta casi inmediata. Genera un ruido constante que puede provocar distracción, estrés a tu mente y un alejamiento de lo que verdaderamente es importante para ti. Si sientes que te resulta difícil organizar tu tiempo y priorizar, porque no sabes a qué información atender primero, ¿qué tal si buscas un poco de silencio?

 

Te propongo unos sencillos ejercicios para escapar del ruido exterior y escucharte.

1.- Proponte cada día un objetivo. Escoge un momento de la mañana para reflexionar sobre el tema (o tema) en el que vas a poner tu foco a lo largo del día. Basta con 5 o 10 minutos. Ese tema se convertirá en tu prioridad y sobre el llevarás tu atención.  Cuánto más relacionado esté el tema con tus valores y propósito de vida, más sencillo te resultará estar enfocado porque vivirás en coherencia.

Una vez identificado el tema, escribe en un cuaderno tu objetivo de  la forma más específica posible y lista las tareas concretas relacionadas con él que sí harás ese día. De esta manera ya estarás planificando tu día desde por la mañana. Es importante que las escribas, y no solo que las pienses, porque al escribir das estructura al pensamiento, y el simple hecho de elegir palabras hace que conectes con emociones, imágenes, sensaciones físicas, etc. que te vincularán más con lo que quieres conseguir.

2.- Recuérdate el objetivo. Usa notas, post-its  o lleva contigo pequeños objetos que te hagan regresar al objetivo diario cuando el ruido te envuelva. Si te descubres a ti mismo atrapado por emails, llamadas o leyendo en Internet sobre algo que nada que tiene que ver con tu objetivo, reevalúa, y si tu objetivo de la mañana sigue siendo lo más importante, vuelve al él.

3.- Usa listas. Si a lo largo del día surgen tareas  que se pueden posponer o delegar y que no quieres que se te olviden, anótalas para luego “agendarlas” o encargárselas a alguien. Lo que está escrito ya no está en tu mente haciendo más ruido. Cuando quieras podrás recuperar todo lo apuntado para organizarlo simplemente leyendo tu cuaderno.

4.- Fíjate horarios libres de ruido. ¿Qué tal si apagas el móvil y la TV a ciertas horas? ¿Cómo sería una comida sin estar pendiente de los Whatsapps? Seguro que te sabría mejor. Los padres muy frecuentemente ponen horarios a sus hijos pensando en su salud. ¿Y si piensas un poco en la tuya y dedicas tu tiempo a lo que aporta (objetivo) y no a lo que distrae e intoxica?

5.- Un día cada día.  Prueba a estar presente en el presente. Cuando tu mente se vaya al mañana o al ayer usa tus notas o post-its para recordarte el objetivo de hoy.

6.- Respira. Si tu cuerpo  o tu mente te avisan (no puedes concentrarte, tienes palpitaciones, recibes varias peticiones urgentes a la vez, te ves a ti mismo “perdiendo el tiempo”, etc.) ayúdate de la respiración para calmarlos y volver al silencio. Para ello, cierra los ojos si puedes. Haz varias respiraciones profundas seguidas, y acompaña la exhalación con una ligera sacudida de brazos y hombros mientas visualizas mentalmente esos recordatorios y tu cuaderno con el objetivo del día. Ahí es donde quieres tener el foco, no en otro sitio.

7.- Di que no. Practica fórmulas amables de: “Por favor, no molestar”.

8.- Revisa tus notas, repasa tu día y cierra el cuaderno.  Al final del día, en el momento en que tú elijas, vuelve a dedicar unos minutos a revisar tu objetivo y tus tareas. Tacha lo que ya hayas cumplido y felicítate de por ello. Cierra el cuaderno hasta la mañana siguiente. Recuerda, te fijaste horarios libres de ruido. El cuaderno es una ayuda, no lo conviertas ahora en una nueva distracción. Deja espacio para tu descanso mental.

 

¿Cómo crees que te sentirías si probaras a hacer estos 8 ejercicios durante toda una semana? ¿En qué medida esta rutina te ayudaría a gestionar el tiempo, reducir el estrés y mejorar tu salud?

El historiador británico Thomas Carlyle decía: “El silencio es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes”.  Si estás permanentemente envuelto en ruido corres el riesgo de dejar escucharte y que termines moviéndote al ritmo que marcan otros. Para antes de que suceda y decide por ti.

 

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¿Merece la pena ser perfecto?

La competitividad, las exigencias de un mundo que cambia cada vez más rápido, la incertidumbre sobre el futuro laboral en un contexto de crisis, la presión social por cumplir con ciertos estándares, la importancia de la imagen, etc. son solo algunos ejemplos de las múltiples demandas que sin darnos cuenta recibimos del exterior. Muchas de ellas las “compramos”, las hacemos nuestras sin casi cuestionarlas y nos esforzamos por estar a la altura en diferentes ámbitos: laboral, familiar, social, etc., queriendo dar lo mejor, ser aceptados y reconocidos por el grupo.

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