Llevabas tiempo deseándolo. Esperabas cada evaluación para ver si ése era el año del ascenso. Pensabas que te lo merecías por tu experiencia y conocimientos. Pues, ¡ya está! Lo has conseguido, ¡enhorabuena! Ya eres jefe.
Te sientes contento y motivado con tu nuevo cargo. Hay una mejora económica que te sirve de estímulo adicional. ¡Qué bien! Y además, ¡hasta tienes despacho! Un espacio para ti solo, libre de ruidos donde concentrarse mejor y recibir a clientes y proveedores. “¡Esto es fantástico!”, piensas.
Sin embargo, al poco tiempo te das cuentas que no todo es tan bonito como inicialmente parecía. Y es que junto con el despacho, el sueldo y tus nuevas funciones vienen también nuevas relaciones con tus antiguos compañeros (el equipo que ahora encabezas), nuevos objetivos empresariales, nuevos interlocutores en la organización que antes ni conocías, una agenda heredada de temas pendientes y un sinfín de demandas de esas personas a las que diriges. Es lo que hay dentro del “regalo” de ser jefe.
Empiezas a sentirte preocupado porque no sabes bien qué expectativas tienen de ti. Te cuesta priorizar y tomar decisiones y crees que tus antiguos compañeros no te miran igual. Dudas de tus capacidades y anticipas errores. Estás en tensión.
No te preocupes, eso es estrés. Cuando hay un cambio siempre se desencadena una respuesta de estrés que no es más que un proceso de adaptación ante un estímulo para dar la mejor solución ante esa demanda desconocida hasta ahora. Ciertos procesos mentales, emocionales y físicos están afectados. Respira. Vuelve a respirar. Esto tiene solución si quieres encontrarla.
El cambio de trabajo, incluido el cambio de rol dentro de la misma empresa, es uno de los estresores más habituales. La intensidad y la carga tanto de los pensamientos como de las emociones asociados sí varían de persona a persona. Hay personas que experimentan pensamientos y emociones positivos (“esto es un reto para el que estoy preparado, ¡a por ello!”) y otros que viven la experiencia con dolor (“no soy capaz, soy un fraude”).
¿Qué es lo que genera esta diferencia entre personas cuando la realidad (el ascenso) es la misma? De forma muy resumida, se podría decir que es la valoración que realiza cada individuo de la situación: recursos propios vs realidad.
Si cree que carece de recursos/capacidades, entonces el cambio de rol se vivirá con pensamientos de fracaso, emociones de ansiedad, miedo o frustración y sensaciones físicas de cansancio, insomnio, dolor, etc.
Si por el contrario se cree capaz de desempeñar con éxito las nuevas funciones y su autodiálogo va a favor y no en contra, el estrés generará una respuesta adaptativa que generarán euforia y una activación mental y física que le permitirán dar lo mejor de sí mismo.
Si eres de los que aún deseando un ascenso laboral, cuando éste se produce quieres salir corriendo a las pocas semanas, me permito guiarte por el siguiente decálogo para que hagas una nueva valoración y actúes buscando una adaptación efectiva.
1.- Conecta con tu motivación. Recuerda que durante mucho tiempo quisiste ser jefe. ¿Qué era lo que te gustaba? ¿Qué cualidades, experiencia, conocimientos, etc. pensabas que sí tenías y que sin embargo ahora no eres capaz de ver? ¿Para qué querías ser jefe?
2.- Sé objetivo contigo mismo. Mírate desde fuera, haz de observador y comprueba qué estás haciendo y con qué resultados. Si los resultados no son los esperados, ¿qué has aprendido? ¿Qué podrías mejorar?
3.- Pide feedback. El feedback descriptivo y concreto facilitado por tu entorno de trabajo te servirá para ampliar tu campo de visión. Ahora los otros te hacen de observador. Sé agradecido con los elogios y humilde con debilidades detectadas.
4.- Alinea pensamiento y emociones. ¿Qué te aportan los pensamientos negativos? ¿De qué manera te acercan o alejan de tu objetivo de ser jefe? ¿Qué otra forma alternativa de pensar sería más ajustada a la realidad (observación propia y del entorno)?
5.- Trabaja sobre tus debilidades. Si tras el análisis hay áreas a mejorar, ponte a ello. Ya sabes para qué has aceptado el ascenso y estás conectado con tu motivación. ¿Qué pasaría si no adquieres conocimientos, habilidades, etc necesarios para minimizar esas debilidades?
6.- Aclara objetivos y expectativas. ¿Cómo podrías saber lo que tu empresa quiere de ti? ¿Cuáles son las funciones del puesto? ¿Qué vas a hacer para aclarar las “reglas del juego”?
7.- Comunícate con tus jefes y con tu equipo. Pide y comparte información. ¿En qué medida es posible lograr un objetivo común de equipo si no hay información compartida y diferentes roles para alcanzarlo?
8.- Establece prioridades y toma decisiones. Recuerda, primero lo primero. ¿Cómo gestionas tu agenda? ¿Cómo distingues lo urgente de lo importante? ¿Qué puedes delegar? ¿Qué puedes retrasar?
9.- Comprométete. Si algo lo valoras, implícate por conseguirlo. Busca la coherencia entre lo que dices y pides, y lo que tú mismo haces. ¿Cómo de importante es el nuevo rol para ti? ¿Qué te aporta ser jefe? ¿Qué otras cosas son ahora posibles en tu vida gracias al ascenso?
10.- Crea equipo. Dedica tiempo a conocer al grupo y así te sentirás más unido a él. ¿Cómo es el jefe que a ti te gustaría tener y cómo es el jefe que tu equipo le quiere tener? ¿En qué medida eres así?
Al final se trata de tomar responsabilidad ante esta nueva situación, cuestionando los propios patrones de pensamiento. Fomentando un pensamiento más racional y a favor, y no en contra, podrás descubrir opciones y reconocer en ti recursos para vivir el cambio como una recompensa a tus méritos y no como una amenaza.
Otros vieron en ti cualidades para ser jefe. Ahora acepta que eres jefe y lidera desde la conciencia y la creencia de que sí puedes.
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