Deja de quejarte y vive con responsabilidad

“¡Qué horror el tráfico esta mañana! Estaba la carretera completamente atascada. ¡Qué asco de ciudad! Cada día estoy más harta de los coches. ¡¡Ya me han amargado el día!!”

“¡Mi jefe es estúpido! Ahora dice que tenemos que ser más proactivos, que los resultados no se están consiguiendo, que hagamos un esfuerzo más… ¿Y por qué no lo hace él bajándose el sueldo? Me indigna”.

“Estoy cansado de que sus amigas se metan todo el día en nuestra relación. ¿Estoy saliendo con ella o con sus amigas? Parece que ya no podemos hacer nada solos. Esto no va bien por su culpa, no se esfuerza. No me lo merezco”.

¿Te son familiares algunas de estas situaciones? ¿Y estas actitudes?

Pues sí, hay personas que culpan al entorno de su malestar y viven en la queja continua: el tráfico, el jefe, la pareja o la ausencia de pareja, que hace mucho frío, que hace mucho calor, etc. El caso es tener siempre una excusa para poner el foco en otros o en las circunstancias y no responsabilizarse de sus vidas. Ellos no se amargan ni se indignan, es el entorno lo que les hace amargarse o indignarse. Su bienestar emocional depende por lo tanto, de lo que suceda FUERA y no DENTRO de ellos. Parece que son como interruptores de la luz: los presionas y la luz se enciende porque están “diseñados” para comportarse así.

Es cierto que hay muchos aspectos fuera de nuestro control, sucesos sobre los que no tenemos capacidad directa de actuación y que pueden impactar (que no determinar) en nuestro estado emocional. Aún así, sobre lo que sí podemos actuar es sobre cómo dejamos que esos sucesos afecten a nuestro pensamiento, a nuestras emociones y a nuestro comportamiento.

No estamos condicionados ni “diseñados”, somos libres. Son nuestra actitud y el sentido de responsabilidad sobre nuestra propia vida los que nos permiten vivir como protagonistas, y no como víctimas en la queja continua. Entre lo que nos sucede (FUERA) y nuestra respuesta (DENTRO) están nuestra libertad, responsabilidad y voluntad para decidir. Solo basta con conocer el proceso interno de ese “interruptor emocional” y actuar antes de que el resto del proceso se desencadene.

El psiquiatra austriaco Viktor Frankl, que sobrevivió a campos de concentración nazis, escribió: “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.

Esta frase esconde cuatro aspectos que son la antítesis del victimismo:

1) Conciencia: que es la capacidad humana para adquirir un conocimiento a través de la observación, el análisis y la reflexión.

2) Autoconciencia: que es un paso más allá, e implica reconocer nuestras propias emociones y cómo nos afectan. Nos permite además ser observadores de nuestros pensamientos.

3) Libertad: capacidad para actuar sobre la base de nuestra autoconciencia. Esto es lo que nos otorga capacidad de elección.

4) Responsabilidad: es la otra cara de la libertad. Ser responsables implica estar enfocados y asumir las consecuencias de nuestras decisiones.

Por ello, ¡préstale atención a tu lenguaje! Cuando notes que tu discurso está plagado de quejas, observa cómo son tus pensamientos. ¿”Rumiativos” y negativos quizá? Es el momento de no dejar que el mecanismo del interruptor se active. Párate y ante una situación desagradable, hazte esta pregunta: ¿Puedo cambiar la situación?

SÍ -> Entonces, cámbiala. Haz uso de tu conciencia, libertad y responsabilidad para enfocarte en la búsqueda de una solución.

NO -> Entonces, acéptala. Escoge la actitud (pensamientos, emociones y comportamientos) que no añada un nuevo problema al problema ya existente.

De esta manera no hay nada previamente determinado. Somos nosotros, en cada momento, con cada una de las decisiones (conscientes) que tomamos los que creamos nuestra realidad, al menos, nuestra realidad interior. Te animo a probar y ser dueño de tu vida.

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